Estamos tan cerca de que algo nos suceda, tan cerca, tan cerca, que lo puedo ver subir como enredadera entre mis piernas, florecer por mi cintura y dar frutos en mi cabeza.
Veo los noticieros y las posibilidades son buenas, el pronóstico prevee días soleados, habrá lluvias es seguro y probables tornados, pero también brisa suave y fresca.
Y cuando tus hojas me acarician tiernamente, el pánico me llena y me vuelvo loca de repente, asustada las corto, las marchito, las lanzo a la maleza.
Volteo y veo mi hermoso universo, nuevo, limpio, recién construido y me aterra perder todo esto que yo sólita hice, que es únicamente mío.
Pensarte, saberte lejos, en un lugar con otras palabras, en otro pedazo de tierra le da a mi corazón la ceguera que de un tiempo para a acá lo mantiene en esta calma tan sabrosa y placentera.
Me recuerdo hace no tanto con las palpitaciones jugando carreras, queriendo de forma absurda y mezquina, de manera intensa, desequilibrada, completamente incompleta, pero en tu boca encuentro certeza y en tus manos dulzura y paciencia.
Desde mi orilla te veo, del otro lado, pensando en viajes, soñando también en otros idiomas, tocando tu guitarra para que me duerma con alegres notas, aceptándome, queriendo estar conmigo y mi locura eterna. Y sonrío.
Para llegar a ti me hace falta un salto inmenso y tengo miedo, me asusta caer y romperme de nuevo.
He saltado antes y el resultado fue confuso y doloroso ya lo sabes.
Todos atrás vitorean, cantan, me animan a que lo haga, mi regreso a la cima ha sido lento, pero con confianza me piden que no tema.
Te miro calmo pero no me ofreces tu mano, atento me observas y se que tu también te estas arriesgando.
Desgastada, desesperada, grito a ver quién me contesta ¿y si al brincar me caigo?
Sincero respondes , ¿Y si al lanzarte vuelas?
CLO
*Foto: Uyuni, Bolivia